martes, 18 de mayo de 2010

Sí, es carencia de cerebro

¡Qué soberano y maldito asco! Camisetas pegadas, traje de baños estirados por culpa de poderosas razones de plástico y lycras demasiado ajustadas. Todo un festín del horror para la vista. Al menos para la mía.

Y en efecto corroboro: sí, es carencia de cerebro. Las neuronas que lamentablemente no tienen aquellas personas son las que, en un caso diferente, las hubiesen salvado de cometer los actos más vulgares –por no decir estúpidos y superfluos- que jamás se hayan visto.

Por eso me repugno, por eso me asqueo, por eso se me revuelven las tripas cada vez que veo cómo aún hay gente dispuesta a poner en evidencia las muchas horas que puedan invertir en un gimnasio o los muchos millones que desembolsillan para el quirófano. Los ojos ajenos generalmente no sabrán quién demonios fuiste antes de que la celulitis y el envejecimiento hagan de las suyas. Eso es lo más patético de todo.

¡Cómanse un pedazo de torta, maldita sea! Vístanse con ropa de verdad y no con trapos minúsculos que parecen sacados del closet de la Barbie. Desechen, aunque sea por un tiempo, el peróxido y los tintes platinados. Por lo que más quieran, aprendan a leer y escribir para que enriquezcan su pobre vocabulario. Usen sostenes, nadie quiere ver sus pezones erectos evidenciándose en sus camisas –al menos yo no quiero verlos-. Usen aunque sea una infinitésima parte de sus cerebros para otra cosa que no sea posar con uniformes ridículos en sitios concurridos donde “promueven” la compra de productos que ni ustedes mismas saben para qué carrizo sirven.

Dejaré mis deliberaciones para otro momento antes de que decida contratar a un sicario para acabar con esa escoria de la raza humana. Sin embargo, debo decir que aún existe la posibilidad de que otros individuos con un dejo de raciocinio puedan coexistir en un medio en el que las mofas a una sociedad decadente y monstruosamente plastificada en los últimos gritos de la moda y las apariencias están a la orden del día. Es difícil esa convivencia, lo admito, pero al menos se que no acabaré como ellas.

He dicho.

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