miércoles, 5 de mayo de 2010

Por la boca muere el pez

Un beso es sólo cosa de un momento. O bien podría decirse, es cosa de minutos. Los minutos se miden en segundos, ergo un beso es cosa de segundos.

Pero esos segundos que tanto he añorado por atesorar en mi mente ahora se han convertido en largos y tortuosos años.

Sin embargo, el imaginario popular del venezolano una vez más asalta mis credenciales de ingenua estudiante universitaria y me refrena de mis pulsiones más primitivas. La duda se convierte en la ecuación irresoluta, en el fragmento inédito perdido de una obra póstuma, en el plano equivocado de la toma secuencial: el engranaje que falta.

La boca no sólo sirve para decir, también sirve para amar, para litigar, para comer, para bostezar, para cualquier cosa. Sobretodo en mi caso, sirve para besarte.

¡Por la boca muere el pez! Recuerda eso y proponte a no hacer lo que tienes en mente. Regresa a lo primordial, a lo seguro y estable. Desecha tus deseos me dicen, pero ¿cómo se botan al olvido así no más lo que mi mente ha elucubrado por días y días sin distinción de feriados o laborables?

Me regiré a lo que dicta (una vez más) el repertorio de dichos criollos que me enseñaron personas que hoy día ya no vienen al caso:

“Como vaya viniendo vamos viendo”

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